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Suspendido indefinidamente.

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domingo, febrero 10, 2013

CLANNAD: Fighting Lovers.

Amantes Luchadores.

Es un poco increíble ésta historia, pero, aunque te asombre, debo decirte que es totalmente cierta. Y, claro está, hubieron muchísimos tropiezos para que se llevara a cabo, en adición a una que otra golpiza, pero Sunohara no se rindió hasta alcanzar lo que, al menos, creo yo, no estaba en sus planes originales. Bueno, comencemos.

Aquella mañana, Sunohara -nuevamente- se encontraba cara a cara con Sakagami, buscando revancha por sus derrotas pasadas en aquellos desiertos pasillos. –Simplemente déjalo así, y ya –dijo ella con su tono paciente y decidido. Su mirada recia y orgullosa lo miraba fijamente a la vez que él, Sunohara, lucía un tanto impaciente y descontrolado, tal y como lo había estado en todos y cada uno de los encuentros anteriores. –¡A mi no me jodas con eso! –respondió entonces aguerrido. Él, con su orgullo de hombre herido, no podía estarce quieto bajo ninguna circunstancia: necesitaba vencer a la chica que, tantas veces, lo ha derrotado sin siquiera esbozar un mínimo esfuerzo. –¡Ésta vez si que te enseñaré una tremenda lección, Sakagami!–. Ella, a pesar de aquella -otra- declaración de guerra, se estuvo en entera imperturbable. Un ligero suspiro se le escurrió de entre los labios.

Sunohara, soltando un grito fiero, se abalanzó sobre ella aventado un par de patadas por el aire seguidas de una serie de golpes, previamente calculados. El rostro estático de Sakagami, con velocidad impresionante, reaccionó ante el ataque sin siquiera fruncir el ceño. Su cuerpo lucía como el mero viento mientras esquivaba, uno a uno, los fútiles intentos de aquel pálido rubio por querer lastimarla. No quería volver a lastimarlo, pero, ya que se trataba de un agresor un tanto fastidioso, no le quedaba otra opción: tenía que enseñarle una muy buena lección. A poco de haber empezado, Sunohara ya se veía un tanto debilitado. Entonces, mostrado una maléfica sonrisa tras esquivarle un último golpe, Sakagami da un ligero salto y, estando suspendida en el aire, genera una ráfaga de patadas inhumanamente veloces que, en su totalidad, impactan el desprotegido pecho del rubio. Al volver al suelo, y con grácil agilidad, le planta una patada circular en toda la quijada. El cuerpo de Sunohara se ve revoloteando por los aires, dando vueltas y vueltas, alejándose totalmente de ella, estrellandose -finalmente- al fondo del largo corredor.

Y esta clase de cosas se estuvieron dando, día con día, semana tras semana, con muchos y muy variados términos, pero siempre el mismo resultado: Sunohara completamente destrozado. –¡Ya verás a la próxima! –dice siempre al fracasar. Ella sólo le da la espalda y se retira, aún cuando sabe que él volverá a aparecer. Pero ésta vez, no fue así. Sunohara desapareció completamente durante dos largas semanas. No tardaron los rumores sobre alguna posible fatalidad debido a los excesos físicos que había estado cargando con tantos duelos en contra de Tomoyo Sakagami. Había otros muchos rumores, aunque el más creíble tenía que ver con el honor. Sakagami, en todo caso, siguió adelante con su vida. Al menos, para ella, las molestias de los pasillos habrían ya desaparecido. Pasearía su larga y grisácea cabellera con las libertades que, como estudiante y como chica, se supone le brinda el recinto estudiantil. Aunque sus ojos, últimamente se habían notado un tanto vacíos.

El miércoles le dio por estarse un rato, durante el descanso, a solas en el tejado. La brisa transitaba y bailaba por todas partes, por toda ella. Un monocromático silencio desproporcionado le invadió la conciencia y, justo antes de perderse a sí misma en su interioridad, saltó hacia un lado con extrema velocidad. –¡Bruja! –gritó Sunohara al ver el cómo ella había escapado a su ataque sorpresa. Fue repentino, pero al verlo, ciertamente, se le aceleró el corazón. Al posar sus azules ojos sobre el de amarilla cabellera, a diferencia de su comportamiento usual, lo arremetió con monstruosa velocidad. Una serie de golpes se plantaron sobre la figura del otro que, imposibilitado, se había devorado el daño en entero. Con rápida reacción, Sunohara logra infligirle daño y, tras hacerla retroceder, aprovechó para darse un ligero respiro. Los ojos de ella estaban iluminados. En sus pómulos se chorreaba un ligero sonrojamiento, ligeras pistas de un algo inesperado. Él, desatento, no se había percatado de ninguna de aquellas reacciones.

Sakagami, nuevamente, se lanza sobre él quien, al parecer está preparado. Es entonces cuando él, tomando el cansancio que lo asecha, descarga un último y potente respiro sobre aquel dócil y hermoso cuerpo fémino. Ella no se defiende: uno a uno los golpes le hieren y ella, apenas, sonríe. En un lento movimiento de manos, atina, directo en el pecho, un golpe a mano abierta. Sunohara es expulsado a lo lejos quedando,  temblorosamente, pegado contra una pared. Sakagami, con sus profundos azules, lo mira mientras lentamente se le aproxima. –No vuelvas... –dice al estarse frente a él, a la vez que siembra un puñetazo contra la pared, justo junto a su cabeza–; ...a desaparecerte de esa forma –. Sin decir nada más, lo dejo ahí, todo tembloroso, con el rostro sonrojado y, al parecer, con un beso dibujado en la mejilla izquierda. Todos los jueves se escuchan, a esos dos, pelear en la azotea.



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-Arigatou-

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