– ¡¿Y tenía que venir hasta aca?! –gruñó Tomoki arrojando la bolsa al suelo– ¡¿Por qué me pasan estas cosas a mí?!–. Tocaron a la puerta en ese instante. Tomoki la abrió sin decir palabra alguna. Era Senri. – Llamó mamá –dijo directamente– Llegará tarde otra vez. Ya sabes lo que tienes que hacer–. Tomoki solo asintió con la cabeza y cerró de nuevo la puerta. Senri lo vio un poco diferente, pero le dio poca importancia y regresó a la sala.
– No puedo seguir pensando en esto –murmuró estresado– ¡Primero lo de la escuela y ahora esto!–. Se dejó caer sobre la cama como una pesada roca. – ¿Cómo le haré mañana? –masculló– Mis compañeros… ¡y todos! ¡Mi vida es una desgracia!–. En aquel mismo momento, Len deambulaba por las calles cercanas buscando, pensando forma alguna de castigarse. – ¿Pero por qué me debo afligir por esto? –se dijo enérgico– ¡Se supone que no hay chico que se me resista! Y tú, Tomoki-kun, no serás la excepción–.
Corrió a toda velocidad de regreso a su casa, subió hasta su habitación, abrió el closet y sacó una enorme caja marrón. – ¿Dónde… dónde… donde lo habré dejado? –se preguntaba mientras sacaba cosas y cosas de tal caja– Creí haberlo guardado aquí. ¿¡Dónde lo habré olvidado!?–. Se sentó en su cama, todo pensativo, y lo recordó. Su rostro se tornó temeroso. – El cuarto de nee-san –dijo con gesto melancólico…
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-Arigatou-
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