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sábado, mayo 12, 2012

Ni Sol, Ni Luna. C-9

Capítulo del Corazón Esclavizado
Densuke…


¡Recuerdo! ¡Ya lo recuerdo al fin! ¿Cómo es que olvidé algo así? Creo que fue porque ocurrió hace ya varios años tal vez, pero qué importa. Recuerdo muy bien que estaba sentada bajo la luna llena de aquella solitaria noche. Yo estaba muy cerca de ella, junto al camino empedrado del solar.

Había ido de vacaciones a una casa que tiene mi familia en las montañas. Aquella noche el viento soplaba más despacio, con un peculiar aroma a lavanda. Se escuchaba solamente el sonido de las hojas golpeadas por el viento. Ella nunca volteó, ni siquiera había pronunciado una palabra sin importar qué le dijera.

Me le acerqué preocupado al escuchar su gemir de tristeza, me agaché y le tomé de la mano, diciendo, pidiéndole que por lo menos me diera su nombre. Su rostro, bañado en lágrimas, se viró hacia mí, permitiéndome apreciar aquella mirada suya, triste y vacía, perdida en el dolor y la desgracia.

En ningún momento me soltó la mano, tampoco me pidió que lo hiciera., en vez de eso, murmuró algo que nunca supe, algo que nunca pude recordar. Me preguntó si podía abrazarme, y yo, cautivado por su estado, no pude negárselo. A decir verdad, yo deseaba eso, deseaba tenerla aunque sea por un segundo.

Se inclinó hacia mí y yo aún arrodillado, la tomé entre mis brazos y la abracé diciéndole que se desahogase. Su llanto era tan triste que incluso lloré sólo por escucharlo. La calma del ambiente se tornaba algo pesimista debido a tal abrumador llanto de tristeza, pero eso no era lo que de verdad me llamaba la atención.

Me preguntaba inquietantemente una y otra vez en mi mente: ¿De dónde había salido esta chica? ¿Era real o acaso estaba imaginándola? Le di un beso en la frente y aún no sé el por qué lo hice, sólo lo hice y me sentí muy gustoso  al haberlo hecho. Ella no me reprochó nada. Solo quería escuchar su voz, quería saber su nombre, deseaba que dijera el mío. A pesar de nada, mi deseo era quedarme con ella.

Me sentía a gusto con su compañía, pero me inquietaba algo que la hacía peculiar. Mirándola a los ojos pensé: “Qué ojos tan bellos”. Ella apartó, avergonzada, su mirada. ¿Me leería la mente? ¿Sería eso posible? Esas preguntas rebotan en mi cabeza, pero yo sabía que eran ideas demasiado absurdas.

-Discúlpame-  murmuró de repente inclinándose de nuevo hacia mí. Sus labios se juntaron con los míos en la sensación más grande de mi vida. Se levantó casi enseguida y salió huyendo de mí, adentrándose en la oscuridad. Quise seguirla, pero no me atreví, temía perderme, temía no poder encontrarla.

Así fue como tuve mi primer beso, así fue como la conocí, así fue como conocí entonces quién era y cómo se llamaba: por un beso.



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-Arigatou-


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