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sábado, noviembre 03, 2012

Romances Complejos. C-20

Rudeza. (Jueves)

Satoshi lo miraba fijamente. Él guardaba silencio. Aquella tarde el salón de arte estaba vacío como era ya costumbre. Te preguntarás cómo ocurrió esto, pues te lo contaré.

Temprano en la mañana, antes de la hora acostumbrada, Kaname se levantó y se preparó para irse a la escuela. Se tomó un desayuno rápido, tomó sus cosas y salió apresuradamente mirando el reloj. – ¡Se me hará tarde! –se decía mientras apresuraba el paso. En la cuadra siguiente, del otro lado de la calle, iba Satoshi. Kaname, al verlo, corrió para así alcanzarlo.


– ¡Justo a tiempo! –murmuró. Cuando estuvo lo bastante cerca, lo llamó y le pidió que lo esperase. A Satoshi no le importó no hacerlo. – ¡Gracias por esperarme! –dijo Kaname con el respirar acelerado ¿Te gustaría que te acompañase?–. El gesto de Satoshi fue predecible: recio e inanimado, solo volteó la mirada hacia el camino y siguió.

Kaname creyó que se había disgustado y se quedó estático, inmóvil. Satoshi, después de varios pasos volvió su mirada hacia él. – ¿Acaso no querías venir conmigo? –le preguntó con ese tono frío suyo. Kaname le sonrió alegremente y caminó hasta llegar al instituto. De alguna, Kaname lograba hacer que Satoshi fuese más elocuente, más hablador.

Sus palabras atrapaban la atención de Satoshi e, incluso, lo había hecho reír en dos ocasiones. Cuando estaban ya en clases, Kaname no dejaba de pensar en aquel rato que había pasado con Satoshi, y, aún más, por ser el primero que escuchaba su risa. Estaba enamorado.

Inconscientemente había llenado una página de su cuaderno tras escribir el nombre de Satoshi una y otra vez. En el almuerzo, se sentó junto a él y, de nuevo, conversaban como lo habían hecho aquella mañana. Muchos estudiantes se percataron de la forma en la que Satoshi hablaba con Kaname e, incluso, las tantas veces que sonreía. Nadie podía creer aquello que ante sus ojos estaba.

El día pasó volando después de aquello. Tras la campana de salida, todos recogían sus cosas para regresar a casa luego de otro duro día de escuela. Len y Tomoki, por extraño que suene, se fueron juntos. Kaname esperó a que Satoshi saliera del salón para seguirlo. No sabía que esa tarde se quedaría en el taller de arte, de nuevo.

Satoshi salió del salón y se dirigió a las escaleras. Kaname fue tras sus pasos hasta las escaleras. Lo siguió por un pasillo ya vacío, y lo vio entrar en un salón. – No sabía que se quedaría –murmuró ¡Qué mala suerte tengo!–. Estaba de pie frente a la puerta del salón. No podía entrar así como así, sin escusa alguna, es decir, no se atrevía.

Lo pensó dos, tres, cuatro veces, hasta que se atrevió a entrar. – Pensé que te quedarías ahí –dijo Satoshi al escuchar que la puerta se había cerrado. Kaname se sonrojó. – ¿Cómo... –preguntó nervioso ...sabías que estaba aquí?–. Satoshi dejó el pincel a un lado y descubrió el recuadro incompleto en el que trabajaría.

Desde esta mañana me estás siguiendo –dijo. Kaname rápidamente se le acercó y se paró frente a él. Satoshi lo miraba fijamente. Él guardaba silencio. Aquella tarde el salón de arte estaba vacío como era ya costumbre. Kaname estaba nervioso. Sa-Satoshi-chan –tartamudeó-, tú, ¡tú me gustas mucho! La mirada vacía de Satoshi se volvió de asombro.

Aquella declaración era algo que no esperaba, ni menos creía escucharla alguna vez. Kaname estaba totalmente ilusionado y sonrojado. Satoshi lo tomó entre brazos, lo abrazó colocando una mano sobre su cabeza acariciándole el cabello. El corazón de Kaname se aceleró. – Discúlpame –le susurró Satoshi al oído, pero me gusta otra persona.

Kaname quedó gélido. Él sabía de quién se trataba, también sabía que no le correspondía. No quiso rendirse. – Esa persona no te quiere –le dijo tomándolo entre sus brazos también ¡Mírame a mí, que yo si te quiero!. Satoshi lo soltó y lo apartó de sí, cubrió la pintura y tomó sus cosas dispuesto a marcharse.

– ¡No te irás! –dijo Kaname halándolo de un brazo ¡No te dejaré ir!–.Satoshi lo haló hacia sí y lo tomó de los brazos con fuerza. – No quiero lastimarte –dijo con su voz habitual. Kaname lo empujó haciéndolo caer al suelo, sentado. Luego se sentó sobre sus rodillas, con las piernas abiertas, estiradas. – Entonces yo seré quien te lastime –le dijo dispuesto a cumplirlo.

Satoshi, viéndose en una posición fuera de su agrado, frunció el entrecejo y, con fuerza, empujó a Kaname haciéndolo caer de espaldas contra el suelo. Se colocó sobre él entonces…

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-Arigatou-

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