Afternoon of Memories.

Una tarde de memorias.

Escenario: un abarrotado tren a tempranas horas de la mañana. En su rostro se veía la incomodidad que la manada humana, enfrascada en tan remoto lugar, le causaba. Vestía de uniforme, obviamente. Su nombre es Kei. Buscando un poco de paz en aquel revoltijo, se concentró en mirar a través de la ventana tan sólo un momento. El vago recuerdo de un rostro se hizo presente en su memoria.

– De nuevo esos ojos –musitó dejando escapar un suspiro. Su cabellera, algo despeinada por culpa de varios tropiezos accidentales, le hacía lucir más malhumorado de lo que ya estaba. Tragó en seco. Su parada era ya la próxima y se libraría de aquel sobre poblado infierno, pero en su rostro se notaba una incomodidad muy distinta. ¿Aquel recuerdo le habría disgustado por algo acaso?...

* * *

Escenario: un salón de clases. Su mirada activa y atenta, al corriente con las órdenes del profesor. Es todo un estudiante modelo dentro del aula. Responde correctamente las preguntas, sigue la lectura donde le ordenan que la siga, resuelve los ejercicios de matemáticas en el pizarrón. Pero ¿por qué escribe y borra y vuelve a escribir y a borrar, repetidas veces, un nombre en las hojas de su cuaderno?...

* * *

Escenario: un tranquilo parque a un costado de la ciudad. El verde adorna bellamente un paisaje casi natural. Camina lentamente a orillas de una laguna artificial poblada, tal vez, con variedad de peces y alguno que otro ser marino. Su mirada se paseaba de lado a lado en búsqueda de un algo o un alguien.

– No creo poder hallarle de nuevo –dijo sentándose en una banca cercana. – Me gustaría poder verle aunque sea una vez... –dijo poco después, deteniéndose bruscamente dejando su mirada fija en un punto lejano del espacio. Una caballera de un rubio muy claro, raro, se paseaba circundante por los mismos lugares en los que se había, minutos antes, paseado él.

Se levantó de la banca casi inmediatamente de haberle visto. Avanzó unos pocos pasos. Su rostro se había ruborizado un poco. – ¡Ahí está! –expresó;– ¡Le hallé, finalmente!–. Sonrió momentáneamente. Esa sonrisa se borró casi de golpe. Sus ojos que, se habían iluminado al verle, habían perdido su color. Quiso huir, pero su cuerpo estaba ahí rígido, quieto, inmóvil.

Aquel otro, no lo había visto todavía. Jugueteaba con un par de cachorros que acompañaban a una niña pequeña. Su mirada se levantó para dirigirle unas palabras a esa niña y, casualmente, se tropezó primeramente con su presencia. – ¡Ay no, me ha visto! –exclamó Kei con gran temor. Aquel, sonriéndole a la niña, se puso de pie, la despidió y avanzó apresuradamente en dirección a Kei...

* * *

Escenario: casa de Kei. Un silencio extraño, incómodo. Él yace recostado contra la puerta. Del otro lado de la misma: el chico de extraño cabello intenta abrirla forzosamente. Kei llora. – ¡Vete, Kazu! –gritó;– ¡Vete, no quiero verte!–. – ¡¿Y qué hacías en el parque!? –preguntó, entonces, Kazu con enojo. – Me hiciste jurar que no te buscaría más y ahora que tú me buscaste ¿quieres que me vaya?–.

Kei carente ya de fuerzas para luchar, se apartó de la puerta e intentó huir a su habitación. Kazu, con mayúsculas destrezas y energías, corrió tras él y lo atajó justo antes de llegar a las escaleras. – ¿De verdad quieres que me vaya de nuevo? –preguntó Kazu al tomarlo entre brazos;– ¿De verdad quieres que me vaya aún sabiendo que me amas? ¿De verdad quieres que me vaya y desaparezca otros dos años sin volver a saber el uno del otro? ¿Acaso no merezco tu perdón para permanecer a tu lado?–.

Las lágrimas de Kei eran más numerosas con cada pregunta de Kazu. Sus manos emblaban, su cuerpo permanecía quieto, cómodo, entre aquellos brazos. Su voz quería salir... lo intentaba, pero el llanto no le permitía decir nada. – ¿Aún quieres que me vaya? –preguntó Kazu. Kei, no dió respuesta alguna con su voz. Su cabeza se movió dibujando un no, muy lentamente...

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-Arigatou-