Palabras del Autor.

Suspendido indefinidamente.

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lunes, marzo 12, 2012

Roommates.

Compañeras de piso.

Un suspiro se escapó repentino de su boca. Se levantó lentamente de la cama, miró a su alrededor, se rascó un brazo y salió de la habitación. No llevaba prenda alguna. Su desnudo cuerpo se paseaba por la casa sin alguna pena; sus pechos eran libremente bombardeados por el gélido soplido del aire acondicionado de la sala de estar. Lentamente se recostó sobre uno de los enormes sofás que ahí se encontraban.

 ¿Te ha costado mucho esfuerzo el vestirte, Kirie-chan? preguntó casi sarcástica pero algo temerosamente mientras intenta arrojarle una sábana para cubrirla.  ¡Es que hace demasiado calor, Mikuru-chan! expresó como escusa a su comportamiento ya bastante inusual. Mikuru, rápidamente y cubriéndose los ojos para no mirarle, le arrojó la sábana que sostenía aunque, en vez de cubrirle el cuerpo, sólo le cubrió la cabeza.

Mikuru, aún con los ojos cubiertos, se paseó hasta la cocina. Kirie, haciendo un gesto infantil con el rostro, tomó la sábana y a hizo a un lado.  Con arrojarla lejos no dejarás de estar desnuda dijo Mikuru mientras abría la lacena. En su voz un ligero miedo se develaba, estaba algo nerviosa. Kirie se levantó, entonces, del sofá.  Está bien, como quieras dijo; sólo déjame tomar un poco de agua.

Se pasó a la cocina, abrió la nevera, tomó un vaso y lo llenó hasta el tope. Mikuru permanecía de espaldas a ella. Kirie cerró la nevera y se dió media vuelta. Se detuvo por un instante y volvió su mirada hacia Mikuru quien yacía ahora arrodillada.  Deja de pensar en eso  musitó sorbiendo del vaso; No es buena idea hacerlo. Dejó el vaso a un lado y se marchó de regreso a la habitación.

Al cabo de dos horas, Mikuru, después de asear el piso inferior, sube las escaleras para repetir la labor, ahora, en el piso superior de la casa. Entró en su habitación, que ya estaba acomodada, tomó una pequeña cesta de ropa sucia que estaba junto a la cómoda y salió. Al cerrar la puerta un quejido orgásmico rezumbó en el estrecho pasillo. Provenía de la última habitación, la habitación de Kirie.

Mikuro, instintivamente, dejó caer la pequeña cesta y se llevó las manos a la boca para no hacer ruido. Vaciló por un momento, pero su curiosidad fue demasiado peso y, furtivamente, se acercó a la habitación. La puerta yacía entreabierta. Sus ojos, abrazados por la curiosidad, lentamente fueron avistando lo que en aquella habitación ocurría.

Kirie, desnuda sobre la cama, se retorcía entre las sábanas. Su quejumbrosa voz chillaba de placer mientras, con sus dedos, jugueteaba incesantemente con su sexo. Sus voluminosos pechos le impedían a Mikuru impedían verle los gestos en su rostro, pero podía admirar plenamente el espectáculo de aquel sexoso juguetear.

Se ruborizó enseguida. Se cubría la boca para evitar que su voz, por la impresión, escapase de entre sus labios. Por un momento, Kirie, en su éxtasis, mencionó un nombre que apenas y se pudo escuchar. Mikuru, no podía dejar de verle. Poco a poco comenzaba a acariciarse sus pechos por sobre la ropa. La imagen de Kirie masturbándose, a sus ojos, le era no solo grata sino excitante.

 Mi... Miku... Miku... ¡Ahh! expresó Kirie con la voz ahogada. Mikuru no le prestó mucha atención. De a poco su mano ya se posaba por sobre su entrepierna, pero la ropa le obstaculizaba en sus verdaderos propósitos. Los gemidos de Kirie eran más recurrentes, más fuertes; su cuerpo no encontraba comodidad alguna, se retorcía, la excitación era ya demasiada. Sus dedos, todos húmedos, entraban y salían de ella, le acariciaban el sexo, le penetraban de nuevo. Iban y venían constantemente.

Mikuru, perdida, no, ya derrotada por tan abrasiva excitación, yacía arrodillada junto a la puerta con la camisa desabotonada, los pechos al desnudo, la falda desvestida y los dedos incrustados en su sexo. Un ligero quejido se resbaló de de su boca. En ningún momento dejó de mirarle, en ningún momento apartó su, ahora,  lujuriosa mirada del retorciente cuerpo de Kirie.

Los minutos corrían tan lentos como las horas mismas. Ambas desnudas, masturbándose la una por la otra, una frente a la otra... 

Un ligero descuido de Mikuru trastornó el escenario. La puerta, por un tosco tropiezo, se abrió. La mirada de Kirie, la mirada de Mikuru, fortuitamente, se encontraron. Kirie se detuvo. Mikuru no podía detenerse. Kirie se levantó de la cama y se aproximó agresivamente a Mikuru. Le tomó de los brazos y la llevó a la cama. De la cómoda, abrió la cuarta gaveta y la registró en busca de algo específico.

 Kirie-chan, perdóname... perdóname... Kirie... Kirie-chan... dijo con mucha presión sobre sí. La mirada de Kirie se volvió hacia ella con malicia.  Descuida Mikuru-chan, no tienes... –dijo callándose por un instante; no tienes por qué disculparte. Al pronuncia la última palabra, los ojos le Mikuru se abrieron de golpe. Su cuerpo sufrió espasmos repentinos. La mirada lasciva de Kirie estaba cerca, fija sobre ella.

 ¡No! ¡Alto! ¡Eso no! gritó Mikuru con desespero mientras se retorcía. Kirie, lentamente, la separó del consolador que, agresivamente le había incrustado.  ¿Por qué... p-por qué...?  preguntó Mikuru con lágrimas en sus ojos. Kirie, poniendo el consolador de nuevo en posición, sonrió con malicia. Lentamente lo fue deslizando dentro de Mikuru. Ésta gimió.

 Me lo debes dijo; Me lo debes por no prestarme atención. Lanzándose sobre ella, como hambrienta, llevó no solo sus manos sino también labios directo a aquellos otros pechos dejándole incrustado el consolador. Su lengua acariciaba con libertades la piel de los pechos de Mikuru mientras ella carecía de ganas para oponerse...

La puerta se abre. Una figura masculina atraviesa el umbral y deja de lado sus zapatos y un maletín. Su cansado rostro se posa frente al aire acondicionado.  ¡Finalmente! musita. Un suspiro de cansancio se escapa inadvertidamente de su boca. Su caminar es lento y torpe. Se rasca la cabeza y mira alrededor.  ¿Dónde se habrán metido éstas dos?  preguntó; Espero me hagan de comer, vengo hambriento.

Sube las escaleras con una paciencia demasiado inhumana. Al llegar al piso superior se dirige a su cuarto (el primero de la derecha) pero los extraños ruidos que escucha y no reconoce le perturban.  ¿Qué demonios sucede ahí? se pregunta al momento de girar la perilla de la puerta. No ha terminado de abrir la puerta cuando, en vez de seguir con lo suyo, decide saber lo que sucede.

Se dirige veloz a la última habitación, a la derecha también. Los gemidos se hicieron sólidos, las voces, las palabras, los gestos... todo aquello que en la habitación ocurría se pintó sin censura alguna ante sus ojos. Los cuerpos de sus inquilinas, totalmente desnudos, frotándose el uno con el otro, lamiéndose, besándose... Cerró la puerta tras él entonces y con sangre goteándole de la de la nariz, regreso a su habitación.

 Compañeras de piso... vaya que fue buena idea –.


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-Arigatou-

2 comentarios:

  1. -Comentó el oneshot delante de ella y con sangre goteando de su nariz, se ruborizó.

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  2. jajajajjajajajajajjajajaja!!! ta buena esa!!! superrr!! :3

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