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domingo, enero 19, 2014

Neon Genesis Evangelion: You can (not) be chosen.

Tú (no) puedes ser elegido.


«Conozco ese 'no' que me dirá sin abrir la boca. Conozco, por parte de su mirar, el desagrado que -a veces- le es imposible ocultar de mi. A pesar de ello ¿por qué vuelve? ¿Por qué su mirar, a pesar de ser tan huidizo, se cristaliza y abrillanta cuando le toco? Él me detesta, no existe un motivo consistente por parte de sus razones pero, por parte de sus palabras, es bastante explícito: me detesta.


Ser impulsado desde algo que, muy en lo profundo, me obliga a serle de esa manera es el único motivo que he podido figurarle, pero no le parece suficientemente aceptable. Aún no entiendo para nada estas sensaciones que me invaden, muy en lo profundo, y descuidan mi pensamiento de lo que, posiblemente, no estoy viendo y debería ver. Solo me enfoco en él y nada más. Y es que no quiero ver nada más.

Y enfrentarme siempre a esas miradas de desprecio, a esos gestos de miedo que a veces hace y trata de disimular. Incluso toparme con esos tan dulces gestos que, cuando lo toco, no puede evitar hacer. Aún cuando dice 'no' o 'déjame', siento sus manos aferrarse, muy temblorosas, a mi espalda. Por que me abraza, incluso, aún cuando dice 'te odio'. Porque las tantas veces que voy y lo beso , aún cuando dice que es asqueroso, se sonroja y me mira como diciéndome, como pidiéndome que lo haga de nuevo.

Esa mirada, como de terror, que detesto que tenga. A veces se la ocasiono... y no sé cómo remediarlo. A veces y solo a veces musita mi nombre tras un beso, me toma de las manos y se deja llevar por las caricias que no puedo evitar regalarle. Otras muchas, casi siempre, intenta golpearme y se aleja, dice que no y me da la espalda, pero no se va: se sienta junto a la cama y me ignora hasta que se va... no soporto que se vaya.

Hoy vendrá, lo sé. Tal vez está ahí fuera, de pie junto a la puerta, pensando. Pensando en lo que está seguro que no quiere, pero que, de igual manera, termina haciendo o recibiendo... o ambas. Seguramente está llorando de nuevo. Seguramente está consciente de que quiero que entre y no se vaya. Tal vez hoy logre huir de lo que siente, de lo que siento y, otra vez, no sepamos (ni él no yo) qué es esto que se siente aquí dentro cuando no lo tengo.

Hoy, más que nada, quiero decirle -de nuevo- que lo quiero. Quiero sentir de nuevo sus dedos entrelazados con los míos, rozarle los labios, secar sus lágrimas. Quiero estrellarlo contra mi pecho, sentir sus manos contra mi cuerpo, llevarlo conmigo a la cama. Quiero tantas cosas de él, tan simples, tan dóciles... tan incomprendidas.»

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